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Dos palabras, infinitas definiciones. Si preguntásemos a 100 personas qué es el Entrenamiento Personal nos dirían 100 cosas distintas; aunque la respuesta más abundante sería “…que hago deporte yo solo con un entrenador”. A lo que yo respondería: “¿entrenador? ¿qué es un entrenador?”, pero bueno, ese es otro tema. Desde siempre este servicio no se ha encontrado muy bien entendido puesto que su concepto nunca ha sido correctamente explicado.

De un tiempo a esta parte, con el auge del sector del fitness, han ido apareciendo en multitud de gimnasios y centros similares ofertas de actividades diversas a las que muchas veces se les ha denominado con la palabra mágica de moda: Entrenamiento Personal, terminando casi siempre por resultar melones cuando se estaba ofertando naranjas. El E.P. ha llegado al mundo del fitness desde la parcela del deporte de alto rendimiento surgiendo los problemas en su adaptación al sector, y nosotros no podemos ni debemos ser partícipes de ello.

Podríamos continuar comentando qué NO es y así ir apartando la brizna hasta que vaya apareciendo la aguja. El Entrenador Personal no es alguien que me cuente las repeticiones, que me tenga preparado el material para los ejercicios, que me dé conversación agradable mientras dura la sesión, que me jalee para que haga “una más”, mi colega, mi amigo. El Entrenador Personal es un profesional centrado únicamente en ti y en tu objetivo, y no en un grupo de gente heterogénea de la que tú estés formando parte; centrado bajo unos criterios fundamentados en el que su máxima aspiración es intentar que consigas sacar el mayor beneficio posible a tu tiempo y esfuerzo.

El objetivo marca el camino a seguir, es decir, estructurar una planificación dentro de una periodización del entrenamiento. Ya sea por búsqueda de rendimiento deportivo, un reto particular, salud en general, encontrarse “en forma”, patología circunstancial o simplemente estético, el Entrenador lo abordará con la misma pasión como si de un atleta de élite se tratase; evidentemente todo adaptado y ajustado a la persona en cuestión pero si bien el prisma bajo el que se afronta es el mismo.

El verdadero potencial del Entrenamiento personal está precisamente en su primera palabra: entrenamiento, y esto lo engloba todo. No es lo mismo entrenar que realizar una actividad física deportiva (cuando movemos los muebles de nuestra casa para efectuar una mudanza también estoy haciendo una actividad física: nuestro cuerpo no sabe si estoy moviendo muebles o jugando un partido de vóley; él solo está centrado en resolver el algoritmo que le estoy planteando…). Cuando se entrena se comienza por tener una meta clara y definida, siendo esencial para su consecución el establecimiento previo y posterior aplicación de una planificación y una periodización estrictamente relativa a la misma. Si no se hace una cosa sabiendo (o cuanto menos, pretendiendo) qué pasa, por qué pasa, qué estoy desencadenando y cuál va a ser su posterior adaptación no se puede considerar “entrenamiento” y por ende, ejercicio. Sería pues…hacer actividad física deportiva lúdica, totalmente respetable, faltaría más, pero eso no es entrenar.

Parafraseando y modificando el famoso refrán: “El cliente propone y el entrenador dispone”.

 

Francisco López